17 d’abril 2016

Con manta y bozal


Me sentía cómo aquel perro que encontré en el metro. Le cubría una manta y le cerraba la boca un bozal, a penas podía sacar la lengua y respirar. 

Había tenido suerte en esta vida, podría haber sido una magnífica mariposa, pero mis circunstancias no me dejaron pasar de pupa. No metamorfosicé, tan solo me quedé encerrada.

No es tan fácil romper las cadenas, porqué aunque las rompas éstas te han dejado unas secuelas que no te dejan caminar con normalidad. Te han capado.
Tenemos bozales y nos hemos acostumbrado a ellos. Llevamos manta y nos hemos acostumbrado a ella.

4.IV.2016